Yo elijo el derecho a la información, le digo NO a AEDE.

Siempre me han dicho que no se debe judgar un libro por su portada. Hay que leerlo, darle una oportunidad, descubrirlo con tus propios ojos. Porque lo bueno de los libros es que puedes disfrutarlos cuando quieras, y si lo que lees no es lo que buscabas, lo que necesitabas o simplemente no responde a tus expectativas, puedes cerrarlo y probar suerte con el siguiente. No hay nada de malo. Solo un necio obligaría a leer a quién no quiere, pues la lectura es un derecho que nace del interior de uno mismo, no una imposición externa.

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Yo ya he bloqueado sus páginas. No seré cómplice de esta sinrazón.

Ocurre lo mismo con la prensa escrita. Todos dicen informar, buscar la verdad, de forma imparcial y fidedigna. Podemos tomar su palabra como cierta, pero es nuestro derecho inalienable el darles una oportunidad y decidir por nosotros mismos si seremos sus lectores o no.

Yo he tomado la decisión de dejar de leer a los que apoyan la esclavitud literaria. A los que, con total falta de mesura, no dudan en pisotear nuestro derecho a recibir información y difundirla, si eso les permite engrosar un poco más sus beneficios. Dejaré de leer a los que piensan que pueden controlar la información. A aquellos para los que un periodista no es más que una mera herramienta de control de masas.

Como ya sabréis, una serie de empresas, mal llamadas medios de comunicación, pertenecientes al grupo AEDE, están atentando contra el derecho a la información. Muchas líneas se han vertido ya sobre las medidas que esos neandertales empiezan a aplicar y de las nefastas consecuencias que tendrá ese canon. Esa tasa. Ese impuesto revolucionario, o como prefiráis llamar al intento de obligarnos a rendir pleitesía a quienes quieren controlan lo que debe y lo que no debe ser dicho. Tanto se ha escrito sobre ello, que no añadiré nada más.

Sí me gustaría dejar claro que esta vez no estamos solos. Mi generación ha crecido con lo que todos aquellos que pisaron la tierra soñaron alguna vez: todo el conocimiento de la humanidad al alcance de la mano. Hemos vivido con una herramienta que sonrojaría a la Biblioteca de Alejandría. Aprendimos consultando en una enciclopedia que creamos entre todos. Hemos asistido a clases grabadas en Universidades que estaban a miles de kilómetros de nosotros. Gente que nunca conoceremos ha resuelto nuestras dudas. Nos hemos preocupado por las desgracias que pasaban en otros países porque, sin haber salido de casa, teníamos amigos allí.

He instalado en mis ordenadores bloqueadores de medios AEDE. Cuando alguien ponga un enlace hacia un medio que les pertenezca, me avisará de qué mano ha escrito esa información. Todos los hombres somos creados iguales, pero no todos vivimos de la misma forma. Yo elijo vivir sin ellos y espero que tú también.

No necesitamos vuestra codicia. No deseamos vuestra «información». Pronto tendréis los lectores que os merecéis, ninguno.

Podéis intentarlo, podéis sobornar a gobernantes, manipularnos con vuestros medios, pero no os servirá. Esta vez jugáis contra la mano que os da de comer, contra aquellos a los que una vez confiaron en vosotros. Ya no somos tan ingenios.

Esta vez, no ganaréis.

Por Carballude

Me llamo Pablo Carballude González, soy graduado en computación con master en HCI y Seguridad Informática. Actualmente trabajo para Amazon en Seattle como Software Developer Engineer. Soy de esas personas que no saben si los textos autobiográficos deben ser en primera o tercera persona. Lo intenté en segunda, pero no le entendí nada :P

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