Algunos se decantaban por seguir una especie de “puntuaje” basado en la fiabilidad de obras anteriores de esa fuente. Como idea no está mal, pero no me parece lo mejor.
Yo postulaba que es el propio sistema el que debe decidir en quién confiar y en quién no, pues si es capaz de inferir conocimiento, ha de ser capaz de discernir si su inferencia ha sido correcta o no, de otro modo, tendremos una caja muy cara que dice tonterías.
Dado que soy de culo inquieto, me lancé a Google para ver si existía alguna forma de hacer que el propio sistema desecharla las inferencias incoherentes con el resto o, directamente, aquellas que el discerniera como falsas. Evidentemente, no había sido el primero con esa inquietud.
Parece ser que el problema de los algoritmos computaciones es que se basan en realizar comprobaciones e iteraciones en base a unas reglas preestablecidas que permanecen invariables en el tiempo sin que el sistema pueda decidir si son ya útiles o no. Desde luego, si una máquina pudiera “decidir” algo, ya se habría hecho.
Lo más parecido que he encontrado son los algoritmos genéticos, que ya salieron a relucir en un proyecto anterior que hice para “Teoría de la Programación”. Al parecer estos algoritmos son capaces de “mutar” su comportamiento en base a las mezclas realizadas en sus componentes “genes”, ya que se asemejan al modelo humano. En la teoría estos algoritmos podrían llegar a generar una solución optima mediante mutaciones pseudoazarosas de sus genes.
Lo cierto es que me he quedado con ganas de saber más… ¡a ver cuándo tengo tiempo!
Si quieres meterte más con los algoritmos genéticos puedes hablar con Gayo, que ya dirigió algún PFC relacionado con el tema :)